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 |  | ¿Vivimos nuestra fe católica?
 |  | La fe no es una simple teoría. Es un compromiso que llega al corazón, a las acciones, los principios, las decisiones, al pensamiento y a la vida. |  |  |  | 
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|  |  | ¿Vivimos nuestra fe católica? |  
 La fe no es una simple teoría. Es un compromiso  que llega al corazón y a las acciones, a los  principios y a las decisiones, al pensamiento y a la  vida.
 
 Vivimos nuestra fe cuando dejamos a Dios el primer lugar  en nuestras almas. Cuando el domingo es un día para  la misa, para la oración, para el servicio, para la  esperanza y el amor. Cuando entre semana buscamos momentos para  rezar, para leer el Evangelio, para dejar que Dios ilumine  nuestras ideas y decisiones.
 
 Vivimos nuestra fe cuando no permitimos que  el dinero sea el centro de gravedad del propio corazón.  Cuando lo usamos como medio para las necesidades de la  familia y de quienes sufren por la pobreza, el hambre,  la injusticia. Cuando sabemos ayudar a la parroquia y a  tantas iniciativas que sirven para enseñar la doctrina católica.
 
 Vivimos nuestra  fe cuando controlamos los apetitos de la carne, cuando no  comemos más de lo necesario, cuando no nos preocupamos del  vestido, cuando huimos de cualquier vanidad, cuando cultivamos la verdadera  modestia, cuando huimos de todo exceso: “nada de comilonas y  borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y  envidias” (Rm 13,13).
 
 Vivimos nuestra fe cuando el prójimo ocupa el  primer lugar en nuestros proyectos. Cuando visitamos a los ancianos  y a los enfermos. Cuando nos preocupamos de los presos  y de sus familias. Cuando atendemos a las víctimas de  las mil injusticias que afligen nuestro mundo.
 
 Vivimos nuestra fe cuando  tenemos más tiempo para buenas lecturas que para pasatiempos vanos.  Cuando leemos antes la Biblia que una novela de última  hora. Cuando conocer cómo va el fútbol es mucho menos  importante que saber qué enseñan el Papa y los obispos.
 
 Vivimos  nuestra fe cuando no despreciamos a ningún hermano débil, pecador,  caído. Cuando tendemos la mano al que más lo necesita.  Cuando defendemos la fama de quien es calumniado o difamado  injustamente. Cuando cerramos la boca antes de decir una palabra  vana o una crítica que parece ingeniosa pero puede hacer  mucho daño. Cuando promovemos esa alabanza sana y contagiosa que  nace de los corazones buenos.
 
 Vivimos nuestra fe cuando los pensamientos  más sencillos, los pensamientos más íntimos, los pensamientos más normales,  están siempre iluminados por la luz del Espíritu Santo. Porque  nos hemos dejado empapar de Evangelio, porque habitamos en el  mundo de la gracia, porque queremos vivir a fondo cada  enseñanza del Maestro.
 
 Vivimos nuestra fe cuando sabemos levantarnos del pecado.  Cuando pedimos perdón a Dios y a la Iglesia en  el Sacramento de la confesión. Cuando pedimos perdón y perdonamos  al hermano, aunque tengamos que hacerlo setenta veces siete.
 
 Vivimos nuestra  fe cuando estamos en comunión alegre y profunda con la  Virgen María y con los santos. Cuando nos preocupa lo  que ocurre en cada corazón cristiano. Cuando sabemos imitar mil  ejemplos magníficos de hermanos que toman su fe en serio  y brillan como luces en la marcha misteriosa de la  historia humana.
 
 Vivimos nuestra fe cuando nos dejamos, simplemente, alegremente, plenamente,  amar por un Dios que nos ha hablado por el  Hijo y desea que le llamemos con un nombre magnífico,  sublime, familiar, íntimo: nuestro Padre de los cielos.
 
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