¿MALAS PALABRAS?
Hay
un texto de la carta de San Pablo a los Efesios que llama mucho la
atención. Dice así: “Malas palabras no salgan de vuestra boca; lo que
habléis sea bueno, oportuno, constructivo y provechoso. No entristezcáis
al Espíritu Santo” (Efesios 4, 29-30). Sería interesante comprender en
qué se concreta eso de las “malas palabras”.
El término “malas palabras” es muy amplio.
Son muchas las formas en las que se puede pecar con “la lengua ”.
Aunque sea brevemente, vamos a hacer un elenco de los pecados de
“palabra”, sabiendo que se distinguen de los pecados de pensamiento,
obra y omisión.
• Blasfemia:
Consiste en proferir contra Dios palabras de odio, de reproche, de
desafío; en injuriar a Dios, faltarle al respeto en las expresiones, en
abusar del nombre de Dios.
• Mentira: Consiste en decir falsedad con intención de engañar.
Los motivos principales de la mentira suelen ser la vanidad o la
cobardía; y una de sus consecuencias más nefastas es la pérdida de
confianza.
• Falso testimonio y perjurio: Una afirmación contraria a la
verdad posee una gravedad particular cuando se hace públicamente. Ante
un tribunal viene a ser un falso testimonio. Cuando es pronunciada bajo
juramento se trata de perjurio.
• Palabrotas:
Se trata de expresiones groseras y bastas, con las que se pretende
muchas veces reafirmarse visceralmente en las conversaciones, hacerse el
duro o el gracioso. Además de esconder un deseo de notoriedad, esta
forma de hablar también suele denotar la falta de personalidad de quien
se deja contagiar fácilmente por su entorno.
• Insultos:
Se trata de palabrotas dirigidas al prójimo con la intención de
ofenderle. En consecuencia, atenta directamente contra la virtud de la
caridad.
• Calumnias:
Palabras contrarias a la verdad que dañan la reputación de otros, dando
ocasión a juicios falsos respecto de ellos. El perdón del pecado de
calumnia exige reparación. Por desgracia, la calumnia, una vez que se ha
lanzado, es difícilmente reparable. Dicen: "Calumnia, que algo queda”.
De ahí, entre otras cosas, la gravedad de este pecado.
• Juicios temerarios:
Es admitir como verdadero, sin tener para ello fundamento suficiente,
un defecto moral en el prójimo. En efecto, con frecuencia se hacen
afirmaciones del estilo de “¿seguro que?” en las que, por mucho que se
hable en tono jocoso coloquial, se están cometiendo juicios temerarios.
Al igual que la calumnia, también requieren de restitución.
• Maledicencia o críticas:
Consiste en manifestar los defectos y las faltas de otros a personas
que las ignoran, sin razón objetiva que lo justifique. En ocasiones
pueden darse circunstancias que justifiquen el que se cuente algo
negativo de otra persona, como es el caso de un padre que quiere apartar
a su hijo de una mala compañía; pero en la mayoría de las ocasiones las
críticas suelen tener motivaciones inaceptables: envidias, rencores, o
simplemente cotilleo.
• Hipocresía: Es
una falta de transparencia en nuestras palabras, tendente a mantener
una duplicidad o una simulación, fingiendo sentimientos o virtudes, por
resultar de interés ante la persona con la que se habla.
• Adulación:
Es una alabanza exagerada o sin motivo, con el objeto de agradar o
captar la atención de una persona. La adulación es una falta grave si se
hace cómplice de vicios o pecados graves.
• Vanagloria o jactancias: Es una alabanza presuntuosa de uno mismo. En el fondo, supone apropiarnos indebidamente de la gloria de Dios.
• Indiscreciones:
Los secretos profesionales deben ser guardados, y las confidencias no
deben ser divulgadas, especialmente cuando son perjudiciales para otros.
Se debe guardar la justa reserva respecto a la vida privada de la
gente.
• Ironías hirientes: Se trata de ridiculizar a una persona, caricaturizándola de manera malévola.
• Frivolidades:
Se trata de comentarios ligeros y veleidosos, con frecuencia de tipo
sensual, aunque también puede ser de tono más genérico. Están muy en
boga hoy en día como consecuencia de la extensión de la telebasura y la radiobasura.
ESPERANDO SAQUEMOS TODOS PROVECHO DE ESTA REFLEXION
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