TANTO
AMO DIOS AL MUNDO
(Publicado en nuestra revista MISION SIGLO XXI
Nº 8)
¡Qué
pésima forma de agradecer tanto amor recibido de Dios tuvo el
hombre! Desde la eternidad Dios nos había señalado un gran destino:
ser sus hijos adoptivos semejantes
a su Hijo único. Por eso creó al hombre a su imagen y semejanza.
Lo puso en un planeta adecuadamente provisto para una vida digna
y feliz, y le dió una Ley para vivir (Eclesiástico 17,1-14). La
opción correcta del hombre era seguir la senda de Dios y alcanzar
la vida eterna como hijo de Dios.
Pero siguiendo la voz del tentador
nuestros primeros padres actuaron contra la Voluntad de Dios.
Se consumó el Pecado original y el plan de Dios quedó truncado.
Como consecuencia el hombre obtuvo el sufrimiento y la muerte.
(Al respecto repase nuestro número anterior). El pecado no quedó
ahí sino que fue creciendo a través de las generaciones de modo
que el autor de los salmos escribió: "todos por igual
se ha pervertido. No hay quien haga lo bueno. No hay ni siquiera
uno" (Salmo 53,1-3). La pregunta es: ¿Cómo reaccionó
Dios ante el Pecado? ¿Podía ser posible ahora que la humanidad
llegara a la Vida Eterna si libremente la había rechazado? En
tal caso ¿Cómo podía cerrarse el abismo abierto por el hombre?
La respuesta de Dios al Pecado
fue un extraordinario acto de amor que puede ser calificado como
la más bella historia de amor. Jesús dijo: "No hay
amor mas grande que dar la vida por aquellos que uno ama"
(Juan 15,13). Pues bien, nadie como Dios ha cumplido este principio.
Dios demostró su amor por nosotros de un modo innegable: dió la
vida de su precioso Hijo para salvarnos. Esa es la prueba de amor
mas grande que se ha dado en la Historia.
LA PROMESA DE UN SALVADOR
Romanos 6,23 señala que "el
pago del pecado es la muerte". Puesto que todos desde
Adán hemos pecado, lógicamente todos merecemos la muerte eterna,
la condenación lejos de Dios. Frente a esta sentencia el hombre
no puede hacer nada para salvarse (Mateo 16,26; Salmo 49,7-8).
El pecador de suyo esta perdido. Sin embargo Dios no abandonó
al hombre a su errada decisión. Dejó que cargara las consecuencias
de su peor error, pero tuvo compasión por su destino final.
Dios permaneció firme en sus propósitos.
Habiendo creado al hombre para una vida eterna y feliz a su lado,
su Voluntad es "que todos se salven y lleguen a conocer
la verdad" (1 Timoteo 2,4). Por eso Dios frente al pecado
elaboró una solución perfecta que planeó en el mismísimo momento
del Pecado Original. Un plan para salvar al hombre de la perdición
eterna. Esta solucion del problema del pecado universal lo encontramos
en Génesis 3,15. Se le llama "proto-evangelio" porque
es el primer anuncio de la salvación que registra la Biblia. Allí
Dios promete al hombre un Salvador al decirle a Satanás: "enemistad
pondré entre tí y la mujer, entre su descendencia y la tuya; la
descendencia de la mujer te pisará la cabeza, mientras tú le morderás
el talón". En estas pocas palabras está contenido el
Plan Salvador de Dios. Analicemos su contenido: Dios dice que
habrá una mujer singular que por obra suya iba a ser enemiga del
diablo, una mujer que a diferencia de Eva no tendría ningún pecado.
De esta mujer nacería una descendencia que también sería enemiga
de satanás y de su obra maléfica, y cuya misión sería "pisarle
la cabeza" es decir, vencer a satanás y destruir su obra
de pecado. ¿Quién es esta mujer? ¿Quién es la descendencia de
esta mujer? El punto clave para descifrar este versículo está
en las palabras "su descendencia te aplastará la cabeza".
Ahora bien, ¿quién es el único que ha vencido absolutamente a
satanás? Es nuestro Señor y Maestro Jesucristo. Y La mujer inmaculada
de quien nació es la Virgen María.
EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA
EL PECADO DEL MUNDO
La promesa de Dios se cumplió cuando
el Verbo se hizo carne en María y habitó entre nosotros con el
nombre de Jesús (Juan 1,14).
Jesús derrotó amplia y totalmente
al diablo. Primero lo derrotó en las tentaciones después de los
40 días en el desierto. Después durante tres años deshizo la oscuridad
del mal enseñando la verdad y liberando a la gente. En la pasión
también venció la tentación y prevaleció la obediencia a su Padre.
Finalmente dió su vida en la cruz por los pecados de toda la humanidad.
Satanás "mordió el talón" a Jesús al lograr que muriera
traicionado y abandonado por su propio pueblo. Pero la victoria
de Satanás fue aparente. Precisamente, en el mismo instante en
que Jesús entregaba su espíritu al Padre y moría, en ese mismo
instante se firmaba la derrota del diablo. En el Calvario Jesús
destruyó la obra del pecado y luego con su resurrección dio nueva
vida a la humanidad.
El sublime acto de amor divino
fue resumido en un versículo bíblico, Juan 3,16-17: "Tanto
amó Dios al mundo que envió a su Hijo único para que todo aquel
que cree en él no muera sino que tenga vida eterna. Dios no envió
a su hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo".
Jesús es el Cordero de Dios que vino a quitar el pecado del mundo
para que podamos vivir plenamente la vida de Dios (Juan 1,29).
¿Cómo fue que quitó el pecado y abrió la senda de la salvación?
Sufriendo en su carne el castigo que merecíamos por nuestros pecados
(Isaías 53,5-6). Todos tenemos una voluminosa carga de pecados
ante Dios y esa cuenta no la podíamos pagar. Pero Dios tomó la
iniciativa de salvarnos por el amor que nos tiene. Tanto nos amó
que decidió sacrificar su tesoro más precioso, su Hijo, para que
tomara nuestro lugar y pagara nuestra deuda ofreciendo su sangre
a cambio de nuestra redención eterna (Hebreos 9,12). Cargó sobre
sí nuestros pecados y los clavó en la cruz (1 Pedro 2,24). Su
sangre fue "la moneda" que pagó nuestras culpas (Efesios
1,7). Cristo no cometió pecado alguno, pero por amor a nosotros
Dios lo trató como al pecado mismo, para así librarnos de culpa
(2 Corintios 5,21). Así como el pecado de Adán acarreó la sentencia
de muerte para todos los hombres, así también el sacrificio de
Jesús trajo a todos el indulto de la Vida (Romanos 5,18). Gracias
a Jesús, el Martir del Calvario, todos nuevamente tenemos las
puertas abiertas del Reino de Dios (Efesios 2,1-6).
Esta es la prueba del gran amor
que Dios nos tiene: Siendo nosotros malos y no teniendo posibilidad
de salvarnos, gratuitamente y por amor Cristo murió para librarnos
de culpa y del castigo final (Romanos 5,6-10). Este acto divin
o constituye la mas bella historia de amor del universo: un Dios
que por amor crea criaturas a su imagen, les da todo, y estas
criaturas le resultan infieles. Pero Dios los ama tanto que no
vacila en sacrificar su prenda mas preciosa para salvarlos: la
vida de su querido hijo. ¡Así Dios ha aprobado que en verdad nos
ama! ¡No existe amor mas grande que el amor de Dios por nosotros!
Lo sorprendente está en la decisión que Dios Padre tomó de entregar
a su Hijo inocente por salvar a rebeldes criaturas. ¿Tanto
nos ama? El apóstol Pablo dice en Efesios 2,4-5: "Dios
es tan misericordioso y nos amó tanto que nos dio vida juntamente
con Cristo cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados.
Por la bondad de Dios hemos recibido la salvación". ¿Qué
amor más grande que este? ¿Qué historia de amor mas bella que
la historia del amor de Dios por la humanidad? En el mundo corren
muchas historias de amor en las novelas pero muy pocas de ellas
presentan la historia de amores que se sacrifican por el ser amado.
Mayormente son historias pasionales, de amores románticos, sensuales
y egoístas. Solo Dios ha escrito la mas bella historia de amor
con la sangre de su querido Hijo.
LO QUE NOS TOCA HACER: CREER
SINCERAMENTE EN CRISTO
Como podrás darte cuenta es Jesús
quien nos abrió el camino de la Salvación. El pagó con su vida
todas nuestras infamias: las tuyas y las mías. Todos nosotros
nos perdimos como ovejas descarriadas mas el Padre cargo sobre
sus espaldas nuestras culpas (Isaías 53,6). Jesucristo nuestro
Maestro y Señor, víctima inocente y voluntaria, fue hacia la cruz
cargando toda la maldad del mundo y lo destruyó en su cuerpo.
A través de El, el Padre Eterno se estaba reconciliando con nosotros
y estaba abriendo las puertas del Reino eterno para que pudiéramos
entrar (2 Corintios 5,19).
A partir del sacrificio de Jesús
ya no hace falta pagar nuestros pecados. Ahora el medio de entrar
al camino de la salvación es sencillamente tener una fé viva
en Cristo (Romanos 3,25-26), una fe mostrada en hechos
(Santiago 2,14). El apóstol Juan nos dice claramente: "El
que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que no cree en
el Hijo no tendrá esta vida sino que recibirá el terrible castigo
de Dios" (Juan 3,36). Así pues, Dios nos pide una acción
sencilla y personal para recibir gratuitamente la salvación: poner
fé verdadera en el precioso Hijo de Dios. Una fe que sea convicción
de que Jesús es el Señor; que El es la única Verdad, el único
Camino y la única Vida (Juan 14,6). Un creer en Jesús con toda
el alma, con toda la mente, con todo el corazón y con todas las
fuerzas. Una fe que lleve a seguir sus enseñanzas e imitar su
vida al costo que fuere. ¡Una fe que transforme la vida! Solo
esta clase de fe es la que salva al pecador.
A aquel que se entrega a Jesús,
Dios le perdona sus pecados, mas aún, los olvida completamente
(ver Miqueas 7,19 y Salmo 103,8-14). Dios está esperando que los
hombres caidos en el pecado vuelvan sus ojos a Jesús y crean en
él.Quienes lo hicieron limpiaron sus almas y recibieron Nueva
Vida. Así pasó por ejemplo con la mujer pecadora que llegó a ser
Santa María Magdalena (Lucas 7,37-38). Algo similar sucedió con
Zaqueo, un tremendo explotador del pueblo, que al encontrar a
Jesús cambió radicalmente su vida. También fue el caso del buen
ladrón que al volver su mirada a Jesús en los últimos instantes
previo a su muerte escuchó de los labios del Salvador: "Hoy
estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23,42-43).
Aprendiendo esto, meditando esto,
¿podemos seguir portándonos mal con Dios? ¿Con qué cara continuar
en el camino ancho del pecado dando una respuesta de ingratitud
al magnífico amor de Dios? Tú hermano ya no lo hagas. Decídete
a volver tu corazón totalmente a Dios. Haz como esos grandes cristianos
que llamamos los Santos, que al enterarse de esta hermosa verdad
convirtieron sus vidas y se entregaron al servicio del Señor.
Así valoraron el acto de amor que Dios hizo por salvarnos y valoraron
el sacrificio de Jesús en la cruz. Como dijo Santa Teresa de Jesús:
"amor con amor se paga". Y San Francisco de Sales:
"Mi Jesús se ha dado todo por mí, por eso yo me entrego
todo a él. Viviré y moriré recostado sobre su pecho; y ni la muerte
ni la vida me separarán de él".
Amen.
Amen.
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